Es una alegría celebrar los 170 años de presencia de la Sociedad San Vicente de Paul en Chile.
Damos gracias a Dios por los frutos de bendición y pedimos para que siga dando muchos frutos de bien.
Podemos repetir las palabras del salmo: “¡Cantaré eternamente la misericordia del Señor!” En el origen de todo está la misericordia del Señor.
Es ese encuentro con la misericordia que nos hace querer ser instrumentos del amor de Dios.
Es lo que tocó al Beato Federico Ozanam principal fundador de la Sociedad San Vicente de Paul, que se pone bajo la protección de este gran santo de la caridad.
Decía San Juan Pablo II en la homilía de la Misa de beatificación de Federico Ozanam, al que llama apóstol de la caridad: “Fiel a este mandamiento del Señor, Federico Ozanam creyó en el amor, en el amor que Dios tiene a los hombres. Él mismo se sintió llamado a amar, dando ejemplo de un gran amor a Dios y a los demás. Salía al encuentro de todos los que tenían mayor necesidad de ser amados que los demás, a quienes Dios Amor sólo podía revelarse efectivamente mediante el amor de otra persona. Ozanam descubrió en eso su vocación, y vio el camino al que Cristo lo llamaba. Allí encontró su camino hacia la santidad. Y lo recorrió con determinación”.
Un amor no solo de palabra sino de obra. Para manifestarlo concretamente, a la edad de 20 años, con un grupo de amigos, creó las Conferencias de San Vicente de Paúl, cuya finalidad era la ayuda a los más pobres, con un espíritu de servicio y comunión.
Es lo que quieren hacer ustedes. Y en esta circunstancia destaco el valor de hacerlo juntos, el valor de la amistad. Cuídenlo mucho. Ayúdense y acompáñense en esta obra de bien.
“Desde entonces, el amor a los más miserables, a aquellos de quienes nadie se ocupa, está en el centro de la vida y de las preocupaciones de Federico Ozanam. Hablando de esos hombres y mujeres, escribe: «Deberíamos caer a sus pies y decirles con el Apóstol: “Tu es Dominus meus”. Vosotros sois nuestros señores y nosotros seremos vuestros servidores; vosotros sois para nosotros las imágenes sagradas del Dios a quien no vemos y, no sabiéndolo amar de otro modo, lo amamos en vosotros» (A Louis Janmot)”.
En esta Eucaristía, con motivo de la celebración de los 170 años de presencia de la sociedad de san Vicente de Paul en Chile, queremos sentir la urgencia de la caridad para perpetuar la misión de Jesús, queremos seguir el ejemplo San Vicente de Paul y el del beato Federico Ozanam amando lo que ellos amaron: al Señor, a los necesitados, y viviendo lo que ellos nos enseñaron, la caridad. Es el deseo que vivió el beato Ozanam: “abrazar al mundo en una gran red de caridad”.
Es providencial que esta celebración coincida esta celebración con la fiesta de San Marcos, evangelista, enaltecido por Dios, como decíamos en la oración, con la misión de anunciar la buena noticia de la salvación. Pedíamos en la oración: “concédenos recibir de tal modo sus enseñanzas que sigamos fielmente las huellas de Cristo”.
Se nos invita a la misión. La Iglesia es para evangelizar. Iglesia en salida dice el Papa. Esta pasión por la evangelización la vivió el beato Ozanam.
A esto nos invita Jesús que dice claramente, dejando una preciosa indicación casi como un testamento,: “Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará.
Lo hacemos acompañados por la ayuda del Señor. “Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre a los enfermos y los sanarán”.
Dice el evangelio que los discípulos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban.
Es lo que queremos hacer nosotros. A este respecto podemos destacar el papel de los laicos, la importancia de la formación para la misión en el mundo, para contribuir al bien de la sociedad y que en todo prevalga la caridad.
Les quiero dejar para terminar otro mensaje en este día tan especial, sirviéndome del pasaje evangélico de la visitación de la Virgen María a su prima Santa Isabel y de un comentario al mismo hecho por el Papa Francisco en una Misa que celebró en Marsella.
Comentaba el Papa cómo Dios obra en nuestra vida y que era bonito darse cuenta y señalaba que la presencia del Señor, la fe produce en nosotros un exultar en la fe, él hablaba de un estremecimiento. Y añadía: La experiencia de fe genera ante todo un estremecimiento ante la vida. “El que es generado en la fe reconoce la presencia del Señor, como el niño en el seno de Isabel. Reconoce su obra en la sucesión de los días y recibe ojos nuevos para observar la realidad; aun en medio a las fatigas, los problemas y los sufrimientos, descubre cotidianamente la visita de Dios y se siente acompañado y sostenido por Él…Quien es así sabe que el Señor está presente en todo, llama, invita a testimoniar el Evangelio para edificar con mansedumbre un mundo nuevo, a través de los dones y los carismas recibidos”.
El Papa señalaba también que la experiencia de la fe, además de un estremecimiento ante la vida, genera también un estremecimiento ante el prójimo, que conlleva una atención a la vida de quien pasa cada día a nuestro lado y hace que nuestro corazón no permanezca indiferente e insensible ante las heridas del que es más frágil. Decía el Papa: “Aprendamos de Jesús a conmovernos por quienes viven a nuestro lado, aprendamos de Él que, ante las multitudes cansadas y exhaustas, siente compasión y se conmueve, se estremece de misericordia ante la carne herida de aquel que encuentra”. Y en este contexto el Papa hace mención a una frase preciosa de San Vicente de Paul: «es preciso que sepamos enternecer nuestros corazones y hacerlos capaces de sentir los sufrimientos y las miserias del prójimo, pidiendo a Dios que nos dé el verdadero espíritu de misericordia, que es el espíritu propio de Dios», hasta reconocer que los pobres son «nuestros señores y nuestros amos».
Les invito a esto porque lo necesitamos. Inspirándome en lo que dijo el Papa Francisco les digo que hoy nuestra vida, la vida de la Iglesia, Chile necesita esto: la gracia de un estremecimiento, de un nuevo estremecimiento de fe, de caridad y de esperanza. Necesitamos recuperar la pasión y el entusiasmo, redescubrir el gusto del compromiso por la fraternidad, de seguir corriendo el riesgo del amor en las familias y hacia los más débiles, y de reencontrar en el Evangelio una gracia que transforma y embellece la vida.
Les dejo este mensaje en este día tan especial para la sociedad de San Vicente de Paul. Nos confiamos su intercesión, a la intercesión del Beato Federico Ozanam de San Marcos y muy especialmente a la intercesión de la Virgen María. Que ella nos ayude a crecer en la fe y en la caridad.